jueves, 1 de marzo de 2007

Quién siembra vientos, recoge tempestades



"Quién siembra vientos, recoge tempestades".Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte, manifestó estas duras palabras tras los graves incidentes acaecidos en Sevilla. Y aunque parecen declaraciones inclementes guardan una gran verdad en su interior. Los dirigentes de los dos principales clubs de Sevilla han mostrado un comportamiento infantil, propio de criaturas inmaduras dando un ejemplo infausto a todos sus seguidores. Negarse a recibir una insignia, prohibir la entrada de aficionados rivales al estadio, no confirmar la seguridad de la directiva visitante, no condenar el botellazo a Juande hasta "no estar seguros"... en definitiva un cúmulo de despropósitos, a cual mayor, que desembocaron en una tragedia deportiva y cultural. El botellazo a Juande Ramos es el suceso más grave acontecido en el fútbol español en los últimos años y una muestra inequívoca de que la seguridad en los estadios deja mucho que desear. ¿Debe haber alguna muerte, como en Italia, para que los dirigentes empiecen a mostrar algo de sentido común y dejen de alentar la violencia entre sus seguidores?
La rivalidad entre dos conjuntos es hermosa siempre y cuando esté bien entendida. Desde unos años a esta parte, tanto Betis como Sevilla han perdido el norte mostrando al mundo una imagen bochornosa e impropia de unos clubs centenarios. Esperemos que situaciones como la de ayer, con Juande Ramos retirado del campo inconsciente mientras una parte de la grada del Manuel Ruiz de Lopera pregonaba su muerte, y las posteriores agresiones contra la ambulancia donde yacía el técnico sevillista no se vuelvan a producir. Por el bien de los implicados, de los directivos y de todo el fútbol español, porque el día que hayan cadáveres por los que llorar todos se preguntarán como se ha llegado a ese extremo. Lo dicho "quién siembra vientos, recoge tempestades".

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