martes, 6 de febrero de 2007

La violencia debe estar alejada del deporte



Sábado noche. Enciendo mi transistor y me dispongo a seguir los campeonatos internacionales, tal y como suelo hacer cada fin de semana. En Inglaterra, victoria del Manchester y empate en el derby de Liverpool. En Alemania liderato del Schalke 04 y en Italia, silencio y desolación. La mejor liga del mundo 2006 según la IFFHS vivió una de las noches más tristes tras la disputa del clásico siciliano entre Catania y Palermo. Durante el partido, sucedieron deplorables incidentes como peleas, lanzamiento de objetos a la cancha e incluso la policía empleó gases lacrimógenos que obligaron a detener el encuentro y a esconderse a los jugadores en los vestuarios para evitar la asfixia. Pero lo peor estaba por llegar. Al finalizar el mismo, el vandalismo, las peleas callejeras y todo tipo de encontronazos entre ultras y policías se apropiaron de la ciudad. El balance final: varios heridos, algunos de gravedad, y una trágica muerte.

No es la primera ocasión que esto sucede y desde las más altas instancias italianas se dijo BASTA. Italia tiene un problema y es grave. Inglaterra lo tuvo en su día y supo arreglarlo dejando a los indeseables, donde deben estar, fuera de los estadios. Si la jornada siguiente se reanuda el Calcio estos problemas no se solucionarán por arte de magia. Las autoridades deportivas transalpinas deben asegurarse que los valores del deporte no volverán a ser mancillados y que nadie tenga como excusa un partido de fútbol para cometer toda clase de fechorías. Espero de todo corazón, por el bien del fútbol italiano, el cual aprecio y valoro muchísimo, y del balompié europeo, en el cual ocupan un importante lugar los transalpinos, que estos delincuentes sean castigados y que los padres puedan llevar a sus hijos sin miedo a los estadios a ver un espectáculo tan hermoso como es un partido de fútbol.

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